miércoles, 10 de septiembre de 2014

Érase una vez... (III)

Érase una vez un cuento. Un cuento que estaba vivo, un cuento capaz de crecer. Este cuento cada vez se hacía más grande, pero se mantenía oculto, y sólo unos pocos afortunados lograban descubrir su procedencia.
Este cuento comenzó en Luminous words, acompañado de una luna. Quienes le siguieron el rastro llegaron más tarde a Yo leo, yo comento, donde encontraron un arco. Hoy llega hasta nosotros la tercera parte de este cuento, al cual acompaña la música. Y esto no acabará aquí. Queda mucho por descubrir, y la próxima parada será Plumas de tinta, el viernes 12 de septiembre, donde Beth os desvelará una nueva historia.

Os presento a Drake, buscadores de cuentos. Si escucháis con atención, tal vez tenga una balada para vuestros oídos...





En los cuentos nunca se habla de cómo caen los reinos. En los cuentos no se habla de la oscuridad ni de lo frías que son las celdas.

En mi prisión, el único fuego que ardía era el que aparecía en mis pesadillas, quemando la bandera astrense y anunciando el principio de un nuevo Régimen. En mi prisión, las únicas canciones eran los aullidos de los soldados y los chillidos de los moribundos antes de caer bajo la espada hermana. En mi prisión, las únicas risas eran las de los muertos, libres al fin de la guerra y el sufrimiento.

Todo había empezado aquella noche tranquila. El caos había caído sobre el palacio cuando la luna estaba en lo más alto. Recuerdo haber despertado en la penumbra y saber que algo iba mal. Recuerdo que te tomé en brazos, porque temía que alguien nos separase. Recuerdo el silencio que precedió a los gritos, a la sangre, al clamar de las espadas chocando entre sí. Recuerdo la carrera con un rumbo fijo, pensando que irían a por ella, que tratarían de arrebatárnosla. Nunca llegué a verla, sin embargo. No tuvimos tiempo de escapar, como otros. No tuvimos tiempo de defendernos. Nos atraparon, nos golpearon. Nos dejaron sin sentido. Nos alejaron.

Y sin cuentos ni canciones nos abandonaron en la oscuridad.

Nadie me había hablado de que la locura tuviera forma. Nadie me había hablado de que pudiera llegar de puntillas y atormentarme. Pero desde aquella noche, fui consciente de su existencia. A partir de entonces, empezó a rondarme. Tomaba la silueta de mi madre. Tomaba la silueta de un padre que se fue cuando yo era demasiado joven. Y entonces, se reía de mí. Se burlaba de mi debilidad, de mi soledad. Empecé a perder el sentido del paso del tiempo. Empecé a perder el sentido de mi realidad.

Perdí la voz, porque en mi celda no había nadie con quien hablar.

Perdí la vista, porque en mi celda no había más que oscuridad.

Perdí cada uno de mis sueños, porque en mi celda solo había espacio para respirar.

Perdí la esperanza.

No importaba: ya no me quedaba nada, excepto la vida y, de hecho, esperaba el momento, aquella hora, aquel día, aquella luna, en la que el guarda entrase y me anunciase la ejecución. Llegué a añorar aquel fin. El frío filo del hacha en mi cuello. Una caricia que acabaría con el sufrimiento, con el sinsentido de aquella vida entre cuatro paredes bajo tierra, en un lugar que tiempo atrás había sido mi hogar.

Y un día, cuando ya no creía en milagros, te escuché. Tu voz me llegó como en un sueño, en un encantamiento, y me trajo de vuelta a días que ya habían pasado. Recordé voces de amigos, las notas claras de una canción, el abrazo del sol, las flores brillando bajo la luz de las estrellas. Pensé en los que estaban fuera, en los que habían muerto en la rebelión, en los que merecían la muerte más que los fantasmas que me atormentaban.

Supe que tenía que escapar. Que ya había esperado suficiente. Que tenía que salvar a aquel país moribundo.

A veces, la puerta se abría y la luz del exterior, las simples llamas que bailaban en las antorchas de la pared, me cegaban. Me encogía entonces, como un animalillo asustado, y esperaba a que las tinieblas volviesen. Me dejaban comida, y yo seguía el olor hasta encontrar la bandeja y devorar el contenido del plato con manos temblorosas y estómago cerrado por el hambre. Cuando terminaba, me arrastraba de nuevo a mi rincón y allí permanecía, acurrucado, durmiendo o velando, no lo sé bien.

El día en que escapé, estaba esperando a que la puerta se abriera. Me agazapé cerca de la entrada, preparado, y me lancé a ciegas sobre el guarda en cuanto entró. No se lo esperaba. Apenas sí tuvo tiempo de dejar escapar una exclamación. Me abalancé sobre él con una fuerza que no sabía que tenía y lo derribé. Luchamos. Pensé que perdería. Me sentía débil y famélico, y pronto escucharían la trifulca y vendrían en su ayuda sus compañeros. Pero mientras que yo había tenido tiempo de preparar mi mente, de armar altas murallas que me protegerían, él estaba desnudo de defensas, y yo aproveché el momento y ataqué.

Nunca olvidaré su rostro en aquel momento. Se le quedaron los ojos en blanco y una mueca floreció en su rostro, deformándolo con el dolor. El puño alzado, dirigido a mi cara, se quedó congelado en el aire y cayó sobre el suelo. Todo su cuerpo se convulsionó antes de quedarse quieto. Vi su vida pasar por su mente. Vi su último pensamiento, y a quién iba dirigido.

Con un último gruñido involuntario, llegó el silencio.

Aquella fue la primera vez que maté a un hombre.

No sería la última.

La lucha no había hecho más que comenzar.


¡Recordad pasar el viernes por PLUMAS DE TINTA!

viernes, 5 de septiembre de 2014

La Reina de Cristal I (Ana Alonso y Javier Pelegrín)



A los diecisiete años, todos los jóvenes de Hydra pasan por el ritual del mar, pero solo unos pocos, en su mayoría mujeres, se transforman en sirénidos y descubren su don: la videncia, la memoria, la compasión...
El día en que Kira descubrió su don comenzó con un mal sueño... Sin embargo, ni siquiera eso le hizo presagiar el cambio que daría su vida: de la aldea de pescadores, a la corte, a las intrigas de palacio, a las luchas de poder entre las hermandades, la guerra con Decia...
Y en medio de todo, Kira, el arma definitiva, la Reina de Cristal, en conflicto entre el amor y la traición a su pueblo



Reseña:

A finales del próximo mes de octubre, la editorial Edebé nos trae no solo un libro, si no la nueva saga completa de los autores Ana Alonso y Javier Pelegrín. He de decir que los libros que hasta ahora había leído de estos autores no me habían convencido del todo, pero esta primera parte de La Reina de Cristal ha hecho cambiar mi opinión.

En Hydra, todos los jóvenes han de pasar por el ritual del mar llegada la edad, durante el cual algunos de ellos se transformarán en sirénidos. A partir de ese momento, sus vidas cambian por completo: se ven obligados a abandonar a su aldea y a su familia, e introducirse en la corte, poniendo al servicio de ésta los dones que acaban de descubrir.

Sin embargo, la transformación de Kira supondrá un giro mayor para su vida, pues ella manifestará un un don que nadie ha poseído en años y que podría suponer la victoria en la guerra de Hydra contra Decia.
don muy extraño,

Tengo que destacar ante todo el enfoque que los autores han dado a estas criaturas fantásticas, que pueden parecer en ocasiones muy manidas, sin ofrecer oportunidades para innovar, pero en este caso las sirenas se alejan bastante de otros seres que hayamos podido encontrar en otros libros o películas. Me gustaría, eso sí, que se hubiera explorado un poco más ese tema, haber podido conocer mejor los distintos dones que poseen los sirénidos aunque, tal y como finaliza esta historia, me parece que se irán desvelando en las siguientes partes. 


No obstante, éste no es un libro acerca de personajes fantásticos. Su trama se acerca mucho más a las intrigas palaciegas y al desarrollo de una guerra, donde nuestra protagonista será un arma muy importante sin ni siquiera saber cómo. 


En cuanto a Kira, he de decir que probablemente no agrade a todos los lectores por su actitud impulsiva en algunas ocasiones. Se trata de una protagonista que parece estar constantemente cambiando de opinión, algo que tal vez se pueda justificar por su edad y los tempranos y rápidos cambios en su vida, aunque de un modo u otro confieso que en algunos momentos pudo sacarme de quicio durante la lectura. 

Sin lugar a dudas, he preferido a los personajes secundarios, desde el Triunvirato hasta el odiado rey de Decia, Kadar, aunque otros personajes como Edan no me han gustado tanto como esperaba. Otros tantos personajes continúan al final de la novela siendo un completo misterio, lo que sin duda deja con ganas de conocer más acerca de esta historia.

El único punto en contra que tengo con esta novela es la relación amorosa. En un principio parece que nos aguarda un buen romance, predecible, pero que puede dar mucho juego en la novela. Sin embargo, llega el momento en el que todo se precipita y nuestra protagonista aparece de la noche a la mañana completamente prendada, de un modo que no resulta en absoluto creíble. También hay que decir que este fallo se compensa con un giro al final de la novela relacionado con la relación amorosa, que aunque también se ve venir, inicia un conflicto bastante interesante.

Al igual que el resto de libros que he leído de estos autores (siempre han sido primeras partes de saga), la novela me ha parecido muy introductoria. Ésta tiene más argumento que el resto de las que he podido leer, pero aun así me parece que se corta antes de que la verdadera historia comience. A pesar de esto, la primera parte de La Reina de Cristal nos plantea un argumento interesante, un mundo bien confeccionado y una fantasía que nos deja con ganas de conocer qué sucederá en sus siguientes partes.


Datos:

Título: La Reina de Cristal I
Autor: Ana Alonso y Javier Pelegrín
Editorial: Edebé
Precio: 12€
Páginas: 320
Puntuación: 7,5


Otros:


*Muchas gracias a Edebé por el ejemplar
*Este libro saldrá a la venta el día 31 de octubre

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